sábado, 13 de febrero de 2010

La Abuela de Obama ya tiene energia solar


Aunque parezca mentira, la electricidad es todavía un lujo para muchos africanos. Un lujo que un grupo de jóvenes de Kibera –uno de los poblados chabolistas más miserables de África- quiere poner al alcance de todos. Empezando por mama Sarah, la famosa abuela africana del presidente de Estados Unidos, Barack Obama.

Robert y sus amigos se dieron cuenta un día de que estaban hartos de ser pobres. Rondaban los veinte años, no tenían oficio ni beneficio y estaban cansados de ver que, a pesar de las tantas ONG que inundan el continente negro, la realidad que les rodeaba seguía siendo la de siempre: la pobreza más absoluta; la falta de cualquier infraestructura y servicio básico.
Su objetivo es proporcionar energía solar, limpia y de calidad, a la gente con menos recursos del planeta.

Ocho años después de aquella puesta en común, Robert Kheyi –de 29 años- lidera junto a sus amigos una organización de jóvenes en Kibera, en Nairobi, la capital de Kenia, cuyo propósito es hacer llegar energía solar, limpia y de calidad, a la gente con menos recursos del planeta.

La primera en recibir las bondades del suministro a través de paneles solares fue la abuela del presidente Obama, que con 80 años le dio por primera vez a un interruptor. Fue en agosto del año pasado, cuando el ejército de voluntarios de Kibera llegó a Kogelo –el pueblo africano de Obama, cerca del lago Victoria- para instalar ocho grandes paneles solares en el tejado de la ilustre vecina, que –junto con la principal escuela de la zona- disfruta de luz limpia.

El producto estrella creado e ideado por el 'Programa para los jóvenes de Kibera' es una ligera lámpara portátil con autonomía de hasta seis horas. Es una herramienta pequeña, cómoda de usar y duradera. Su único problema: el precio. "Vendemos la unidad a 3.500 chelines kenianos, un coste todavía muy alto para el poder adquisitivo de la gente de Kibera", lamenta Robert Kheyi, quien se dispone a solucionar la pequeña dificultad instaurando un inaudito sistema de pago a plazos, algo muy poco común en África.

"Empezamos teniendo todos algo en común: habíamos abandonado la escuela, pero no por falta de talento. Unos no tenían dinero para pagar las tasas escolares, otros se habían quedado huérfanos y tenían que encargarse de cuidar y alimentar a sus hermanos", cuenta Robert Kheyi desde el pequeño y humilde taller ahora convertido en una planta de ensamblaje de lámparas solares.

Via: El Mundo

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